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El Banco del Bienestar y la integración financiera de “los nadie”

Desde que inició el actual gobierno federal, se han delineado un conjunto de acciones transformadoras de diversa índole y de una intensidad variada; el estilo particular de gobernar de la actual administración encabezada por Andrés Manuel López Obrador ha puesto su atención principal en atender las demandas y necesidades que por años los gobiernos de corte neoliberal duro ignoraron, escondieron o simularon atender. De las acciones de transformación que más han sido observadas y destacadas tanto por los medios y por la sociedad en su conjunto, están sin lugar a dudas (1) los programas de bienestar, los cuales ahora tienen rango constitucional y son obligatorios para la estructura estatal; (2) el conjunto de apoyos que reciben las poblaciones juveniles para fortalecer sus itinerarios y trayectorias personales; (3) la creación de empleos a través de la inversión directa en proyectos de alto impacto en zonas qué, en décadas pasadas habían sido olvidadas completamente por las élites que controlaban el poder y que ahora son polos de desarrollo y crecimiento industrial; (4) o bien, el reconocimiento y despliegue de derechos de comunidades y pueblos indígenas, como se evidenció en la atención integral que ha recibido el pueblo Yaqui, colectivo indígena ampliamente discriminado y excluido por el régimen neoliberal; (5) la negación de nuevas concesiones mineras; (6) o la recuperación del control de la energía eléctrica y el manejo de la nación del litio, recurso natural estratégico para proyectos de primer nivel en este siglo XXI, no pueden pasar desapercibidos.

No obstante lo anterior, un tema poco analizado, compartido y discutido es el asunto de la apuesta que está haciendo el actual gobierno federal por impulsar una integración al sistema financiero, de aquellos colectivos que, cargados de una identidad asignada por el modelo neoliberal, nunca fueron considerados población objetivo para atenderlos por la estructura financiera, en cambio, bajo los parámetros impuestos por dicho modelo, se les consideró desechables, invisibles, innecesarios, en pocas palabras, eran “los nadie” para el sistema financiero capitalista, sistema para el cual era más redituable no atender a estos grupos poblacionales, que invertir en propuestas financieras para su integración.

Hoy en día las cosas han cambiado y aquellos grupos estigmatizados por el modelo neoliberal están ahora, como actores prioritarios en la agenda económica nacional; no sólo para recibir apoyos económicos directos, con lo que se palía medianamente la exclusión y discriminación de la que han sido objeto por años, sino también para ser considerados sujetos de primera importancia para acceder a todos los productos que oferta el sistema financiero mexicano. Como ejemplo fehaciente de lo anterior, está la meta que se ha puesto el gobierno federal de contar con 2,700 sucursales del Banco del Bienestar, las cuales tendrán ubicaciones en todos los municipios del país, con lo cual se responde de manera contundente a las prácticas de discriminación financiera que enfrentaron pueblos y comunidades por años. Para conseguir lo anterior, hasta noviembre del año 2021 el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador había invertido 2,421 millones de pesos, presupuesto que no es el total de lo que se invertirá para contar con el total de sucursales. Hasta el momento (Dic2021), con base en datos periodísticos, de las 2,700 sucursales planeadas, se han concluido 1,090 (40%), están en proceso 485 (18%) y se proyectan para el próximo año 1,125 (42%).

En este marco, resulta pertinente y relevante remarcar algunas ideas en torno a la importancia que tiene integrar a “los nadie” al sistema financiero; el cual ahora no sólo tiene que pensar productos financieros para estos grupos poblacionales previamente excluidos y discriminados, sino también tiene que entender los contextos de geolocalización, la precariedad material y la ausencia de manejo de información financiera de dichos grupos al momento de ofrecer servicios financieros, los cuales si no toman en cuentan lo antes anotado, no serán ni pertinentes, ni atrayentes para los actores que están pensados.

Algunos aspectos a destacar en este tema son los siguientes:

  • Se necesita ubicar perfectamente las necesidades en materia financiera de las poblaciones excluidas por los sistemas financieros neoliberales. Aquí se habla de los servicios y/o productos que requieren las comunidades y/o poblaciones previamente excluidas, es decir, no se debe llegar a imponer una agenda financiera, sino construirla a partir de los requerimientos, necesidades y coyunturas específicas.
  • Hay que impulsar un enfoque integral e integrador en materia financiera de las poblaciones excluidas. Básicamente se habla de entender de manera amplia la integración, es decir, no sólo generar infraestructura -física y digital-, sino también comprender los contextos (desconocimiento del uso de la tecnología, ausencia de conocimiento en temas de educación financiera, poco arraigo de la práctica del ahorro en instituciones financieras, entre otras) en los que están insertos los grupos para los que está pensado el sistema que se despliega.
  • Desarrollar pedagogías que integren a los oprimidos, a los nadie al sistema financiero nacional, principalmente el que impulsa el Gobierno Federal, ya que su criterio fundamental es la promoción y desarrollo de la banca social.

Soc. Víctor Daniel García García

Diciembre 2021

El “interés público neoporfirista” frente al “interés público transformador”

CIUDAD DE MÉXICO, 01DICIEMBREBRE2021.- Ceremonia del «Mensaje a la Nación» por parte de Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, a tres años de su toma de protesta. FOTO: MARIO JASSO/CUARTOSCURO.COM

Desde la década de los años ochenta del siglo pasado, en México se instaló un modelo económico y un régimen político particular, con el cual, se desplegó una manera única de hacer política, la cual encaminó sus objetivos, acciones y decisiones a beneficiar a una élite política-económica en detrimento de los derechos de las mayorías. Con la implantación de dicho modelo, México pasó de ser uno de los países vanguardistas en términos de defensa y despliegue de derechos colectivos, a un país en donde se benefició a personas en lo particular, quienes, gracias al amparo del poder público, lograron generar grandes fortunas y privilegios.

El interés público, por ende, pasó a entenderse como el interés de unos cuantos, quienes gracias a su posición política o a su dominio económico, comenzaron a transformar e impactar radicalmente el acomodo histórico-jurídico que se había generado después de la revolución mexicana y particularmente posterior a la consolidación del régimen político de partido único. Para los gobiernos neoliberales, que tuvieron sus inicios en el sexenio que comenzó en 1982 y que se exacerbó y consolidó a partir de 1988, la narrativa comunitaria, social, y/o colectiva, debía dejar de ser impulsada, apoyada y apuntalada, en su lugar, debía colocarse una idea común en torno a la competitividad, la cultura del esfuerzo, la meritocracia, el individualismo, la distinción y por supuesto la acumulación (sin importar la manera en la que se consiguiera); gracias a estas premisas de corte individualista, y que respondían a los intereses de las metrópolis en donde se habían formado quienes controlaban los niveles más altos de la estructura gubernamental, así como a una narrativa engañosa sobre lo obsoleto de la participación estatal en los asuntos públicos, se comenzaron a desmantelar instituciones de primera importancia qué, en décadas pasadas, fueron pilares para el desarrollo del país.

La afrenta colectiva que vivieron las grandes mayorías en México, se expresó de diferentes maneras e intensidades, y no hubo ningún área que no fuera impactada por esta reconversión ideológica impuesta a la fuerza por las élites neoporfiristas que controlaron el ámbito público de finales del siglo XX en México. Todo recurso natural, humano, educativo, económico e incluso simbólico, que generara ganancias, rentas, plusvalías, fue entregado, subastado, no tanto al mejor postor, sino a quienes tuvieran más cercanía con los tecnócratas, es decir, con aquellos funcionarios públicos formados y forjados en instituciones educativas extranjeras, capaces de olvidar y traicionar su origen social y adscripción nacional, en su beneficio, el de sus cercanos y por supuesto, en favor de las metrópolis que los impulsaban y apuntalaban.

Cualquier intento por oponerse y/o cuestionar lo inmoral de la actuación del modelo neoliberal, fue tachado en todo momento de ajeno al interés nacional y por lo mismo fue atacado desde todos los espacios posibles, piénsese los espacios de representación popular (espacios legislativos), las calles, los medios de des-información, las universidades y por supuesto, de manera directa por los cuerpos policiacos y represivos. No obstante lo anterior, y ante un avance en la consolidación de las premisas del individualismo económico, se mantuvo latente la esperanza de una transformación, de un cambio radical del modelo político-económico excluyente que precarizó ampliamente las condiciones de vida de las mayorías.

Gracias a este espíritu mesiánico que se mantuvo vivo, el cual en todo momento reivindicó lo colectivo como elemento fundante para la transformación, se pudieron  generar varios momentos de ruptura con el orden hegemónico impuesto desde las élites y a partir de esas experiencias colectivas claves para la liberación, se logró construir, instituir un orden político-económico diferente, transformador, que respondiera a los intereses de la mayorías, y que permitiera quitarles, a la gran mayoría de las élites y grupos de poder que se enquistaron en las agencias gubernamentales, el poder con el que enriquecieron y re-colonizaron nuestro país.

A partir del 01 de diciembre del 2018, se viene construyendo y cimentando a pasos agigantados un movimiento político pensado por y para el pueblo, entendido éste como el bloque social de los oprimidos; como actor colectivo, el pueblo sabe que tiene que defender su proyecto, sabe que su instrumento político de lucha tiene que ir de la mano con la propuesta política materializada en el gobierno, ya que la reacción, la oligarquía neoporfirista buscará en todo momento y en todo lugar truncar la transformación.

El cambio de régimen político se viene dando, si bien es cierto que aún prevalecen algunas prácticas del viejo régimen, principalmente llevadas a cabo por aquellos individuos neoliberales que lograron simular y mantenerse en sus puestos político-administrativo, las transformación se vienen observando, basta ver como los programas sociales ya tienen un rango constitucional, con lo cual, el Estado mexicano está obligado a asegurar recursos para satisfacerlos; o el programa de formación y atención a poblaciones juveniles, que en un año de vigencia posibilita que la persona joven no sólo reciba un apoyo económico, sino que obtenga una formación que le permitirá desarrollar sus trayectorias laborales a futuro; las becas del bienestar no se deben olvidar, con las cuales se ha apoyado a millones de infantes en condiciones de pobreza para mantenerse en las aulas; el presupuesto social se ha ido incrementando año tras año, el cual se diferencia de los presupuestos de corte neoliberal ya que se destina a atender a los grupos más necesitados y vulnerables; la creación de una banca social y ética es una acción poco observada, pero de una relevancia sustancial, ya que se busca desplegar el derecho a la inclusión financiera de grupos y colectivos ignorados por el modelo neoliberal, quienes fueron estigmatizados con una identidad asignada por el poder hegemónico como invisibles, desechables, por el hecho de ser pobres; la creación del Insabi es otro gran ejemplo de la marcha de la transformación, frente a un seguro popular que atendía a ciertos grupos en condición de vulnerabilidad, el Instituto de Salud para el Bienestar busca garantizar el acceso universal a servicios de salud a todas las personas que no cuenten con un modelo de seguridad social.

Podríamos seguir enlistando las acciones que permiten observar la manera en que se está desplegando un interés público transformador desde que esta administración federal llegó al poder, pero dado que ese no es el objetivo del texto, terminamos el mismo argumentando que frente a las características del régimen político neoporfirista, el actual régimen del bienestar está impactando y transformando positivamente sobre los tres elementos principales que componen cualquier  régimen político: las instituciones, las leyes y los valores colectivos.

Soc. Víctor Daniel García